lunes, 5 de mayo de 2014

Telenovelas

¿Quién no ha pasado un verano pegado al televisor viendo alguna de las superproducciones que nos llegan (la mayoría) desde Venezuela? Hablo de esas series que llamamos Telenovela o Culebrón.
Básicamente lo que vemos en ellas es el clásico chica conoce chico, uno de los dos resulta que es rico y el otro pobre, pero se enamoran locamente a pesar de que prácticamente todos sus conocidos se opongan.

Si él es el rico, perteneciente a las clases altas de la sociedad de Miami, Venezuela o donde se desarrollen los hechos, en el primer capítulo de las telenovelas presentan al galán de la misma como un hombre apuesto, rodeado de mujeres que lo veneran (sea su prima, amiga de su hermana, las chicas de servicio, etcétera). Suele conocer a la chica pobre en circunstancias muy normales (¿a quién no le ha pasado nunca?), véase accidente de avión, de paracaídas, o de coche (él va manejando, como dicen en las telenovelas, y casi atropella a la chica con su flamante carro). Tras el incidente, ella va a socorrerlo, se pasa media hora llorando en vez de llamar a los servicios de emergencias, y milagrosamente él despierta, e inmediatamente se atraen.

Cuando es ella la rica se suelen conocer porque él trabaja para su papá en sus campos de cultivo, o es el chófer (o chofér como ellos dicen), mayordomo o algún puesto similar. Por supuesto los padres, hermana, amigos y conocidos de ambos harán lo imposible por separarlos, siempre.

Lo más llamativo para mí es el acento neutro que utilizan. He visto telenovelas en las que sus actores, procediendo de diferentes países (una de las actrices es mexicana, otra de Venezuela y un actor cubano), cuando intervienen en la serie tienen el mismo acento los 3 (?!). Considero esto un error, ya que la hace más irreal, más difícil de ubicar en un escenario, le quita matices que podrían darle a sus personajes si utilizaran su acento natural y sus propias expresiones. A mi parecer hacen que la riqueza del idioma español se pierda. Cada país, cada región, cada hispanohablante tiene su propia manera de hablar y al querer que en la serie los actores no usen sus acentos resultan más forzados, da la impresión de que se concentran tanto en que no les salga su verdadero acento que se olvidan de que su personaje sea convincente.

También es característico de estas series la forma de vestir de los protagonistas (ricos y pobres, por igual): ya pueden estar en la piscina de sus mansiones o la de un conocido, en la playa, una fiesta o en coma en el hospital (recurso utilizado frecuentemente por los guionistas, ya que en cualquier telenovela que se precie alguien pasará unos cuantos capítulos ingresado en un hospital). En cualquiera de estos casos todos van impecables, con trajes carísimos, peinados de peluquería y maquilladísimos (ellos y ellas). Parece que su lema es antes muerto que sencillo.

La duración de estas producciones dependerá de su audiencia: cuando tienen índices o un share muy elevado harán lo imposible para alargarla, llevando a todos, incluso a los actores, a la confusión por lo enrevesada que se torna la trama. Yo creo que hay actores de culebrones que años después de acabar algún trabajo siguen llamando a los guionistas para preguntar qué pasó, a quién mató, quién los mató a ellos o de quién es el hijo que tuvieron. 
Cuando la audiencia comienza a bajar es entonces cuando comienza una sucesión de muertes horribles, a cada cual peor, para los malvados: accidentes, caídas, devorados por cocodrilos o cualquier animal salvaje, quemados, ahogados...

Durante sus índices más altos de espectadores, aparte de mandar al hospital a alguien como ya mencionaba antes, se casan por conveniencia y luego resulta que el que no quería a la otra persona acaba enamorado hasta la médula cuando ya ha perdido a esa persona, aparecen hijos ilegítimos de debajo de las piedras (a los millonarios claro), pelean por herencias, pasan de ser de las clases más bajas de la sociedad a ricos y pudientes de la noche a la mañana porque descubren que son sobrinos o nietos de la gente más influyente de su ciudad, alguien se vuelve alcohólico, drogadicto o cleptómano, padece una enfermedad que al principio se cree incurable pero sucede un milagro unos capítulos más adelante y se salva, y no falta en ninguna alguien que tras una caída o accidente aborte, pierde la vista (que en pocos capítulos recupera) o la memoria (ídem). 

Me resulta muy gracioso cuando algún personaje (lo hacen todos, buenos y malos) se plantan delante de un espejo o de pie en una habitación y comienzan a narrar sus planes de venganza contra alguien en voz alta. ¿Nadie los oye? Sé que las casas son grandes pero si hablas tan alto y riéndote alguien debe oírte desde fuera del cuarto.

En los párrafos anteriores me he centrado en las telenovelas latinoamericanas, aunque en España las hemos tenido también (sin esas mansiones que muestran en las americanas pero las hay). Para muestra un botón: tras el éxito internacional de Betty la Fea, que fue la antítesis de las telenovelas porque el guapo y rico se enamora de la pobre que es además muy fea, pero luego se transforma en guapa, aquí no nos íbamos a quedar atrás y tenemos nuestra propia versión: Yo soy Bea.
Estaba muy bien en sus comienzos, pero cuando ya Bea se casó y era guapa y dejó la serie porque su personaje no podía explotarse más, pero los guionistas sí querían que la serie continuara, fueron introdujendo nuevos personajes y liando el argumento hasta que la audiencia cayó. Hay que saber dónde poner un fin, y no prolongarlo hasta quemar el producto.

Otro ejemplo nativo es Cuéntame cómo pasó, que si siguen avanzando acabará llamándose Vaticíname qué pasará. He de reconocer que tienen mucho mérito por seguir en antena tras tantos años, pero como sigan avanzando en el tiempo es que van a llegar a nuestros días.
Aunque bien  pensado me gustaría que esto sucediera y ver como TVE conduce a los Alcántara si viven la crisis española, si votan y apoyan al actual gobierno, o si por el contrario piensan en votar a otros partidos, (PSOE o alguno minoritario), abstenerse en las elecciones, si Carlitos se vería obligado a emigrar como hemos hecho tantos jóvenes, ver si apoyan o son contrarios a la tauromaquia, matrimonio gay y el aborto...

¿Por qué seguimos viendo estas series? ¿Nos sentimos identificados con ellos? La mayoría no representan situaciones de la vida cotidiana, en contadas ocasiones le suceden tantas cosas a alguien como para hacer un programa que dure tantos meses, e incluso años.
Son muy predecibles, sabemos que sucederá incluso cuando están con la promoción del tema oficial de la telenovela de turno, pero aún así tienen audiencia y todos hemos visto alguna en nuestra vida. ¿Somos acaso nosotros los que padecemos amnesia y no los personajes de la serie? ¿Esperamos que nos suceda alguna de las historias que se cuentas en ellas?

Personalmente espero que alguien escriba una en la que se cuente la situación de algún país desde el punto de vista de un ciudadano de a pie. Por ejemplo ahora en España, con la situación tan critica que tenemos, que alguien haga una serie sobre un hombre (o mujer) con hijos, que pierde su trabajo mileurista y debe hacer frente a una hipoteca, facturas, subida de impuestos, recortes en educación y sanidad y otras injusticias sociales, mientras siente como unos políticos malos malísimos se ríen de todo el mundo mientras ellos viven como Dios y se dedican a aprobar y deshacer leyes en vez de sacarnos de una situación en la que ellos mismos (en gran parte) nos han metido. Podría llamarse algo así como Resistiré, Sobreviviré, España aguanta... qué sé yo. El título es lo de menos, pero en ella podrían mostrar la realidad de más de la mitad de un país, y podrían enseñar trucos que todos utilicemos para ahorrar y llegar a fin de mes por ejemplo.
De paso tendrían nombres más normales y no Luis Alberto de la Vega o María Desamparada. Esa sí que la vería entera.

1 comentario:

  1. Es mi primera entrada, agradecería cualquier comentario, tanto si os ha gustado como si no. Mil gracias

    ResponderEliminar