En estos 10 meses trabajando cara al público en el restaurante de un hotel de 4 estrellas he podido observar que hay varios tipos de clientes: están los que aunque les hagas esperar (no por gusto, si no porque tienes a cien personas más a las que servir) se arman de paciencia y hacen gala de su buena educación pidiendo por favor que cuando puedas les gustaría tomar una taza de café o té; y por otro lado están los egocéntricos, que se piensan que son el centro del universo y que debes dejarlo todo para satisfacer sus necesidades.


En el último grupo he visto de todo: de dejar los platos en el suelo cuando me aproximaba a su mesa a recogerlos y tener que agacharme, bandeja llena en mano y haciendo equilibrios, o llamarme a voces desde el otro extremo de la sala agitando su taza porque quería alguna bebida.
En un trabajo de este tipo no solo tratas con clientes, si no también con los compañeros, ya que todos los camareros, managers y supervisores debemos funcionar como un equipo para conseguir una meta: la satisfacción del cliente. La mayoría de las veces todo sale bien gracias a nuestro esfuerzo y organización: uno pone mesas mientras otro toma las órdenes, o si es por la noche dos cogen las comandas y uno lleva los platos a la mesa, limpia y monta de nuevo y lleva las bebidas del bar.
Sin embargo, sobre todo en los desayunos, no siempre tenemos la suerte de trabajar con compañeros que se esfuercen todo lo que deberían y es aquí donde toca hacer un esfuerzo extra y casi adoptar el don de la ubicuidad y/o multiplicarse y ser multifuncional.
Desgraciadamente lo he sufrido y no es muy agradable: sala casi hasta la bandera, y siguen entrando clientes, compañeros casi pasando del tema y yo de un lado a otro corriendo a lo Speedy González, retirando platos con una mano, limpiando mesas con la otra, soltar bandeja y montar de nuevo, y sirviendo té, café y comida entre mesa y mesa claro está. Inhumano.
Encontramos también otra especie aparte dentro de cualquier hotel con la que lidiar: la alta dirección. Por mi experiencia están todos cortados por el mismo patrón: altivos, con aires de superioridad debido seguramente a su complejo de inferioridad, estos seres te miran por encima del hombro y de vez en cuando retiran algo de una mesa y ya se piensan que han contribuido mucho, y su principal función es recortar personal, pero eso sí, pretenden que des el mejor servicio con la menos gente posible.

En mi caso tengo la inmensa suerte de tener como superior a una mujer que recibe varios apelativos, todos muy cariñosos, tales como Moby Dick, Yeti o La Reina, que además de reunir todas las características descritas encima de la fotografía, es xenófoba a más no poder con los españoles y no soporta escucharnos pronunciar una sola palabra en nuestro idioma, es una estirada que si sonríe es pura falsedad y se pasa el día comiendo por siete y bebiendo café con el director. Para lo único que sirve es para echar unas risas a su costa, ya que nadie le tiene ningún tipo de respeto.
Para ir concluyendo este post, solo diré que aunque tenga muchos aspectos negativos, también hay muy buenos momentos, con compañeros y clientes, la mayoría son agradecidos y educados, y en general estoy contenta con la gente con la que paso tantas horas a la semana, a los que a algunos puedo considerar amigos.
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